Turismo Sitges

El moderno legado de los ‘Americanos’ en Sitges

La marca cultural y social que es Sitges hoy tiene mucho que deberse a un grupo importante de emprendedores locales que fueron a hacer las américas a finales del s.XVIII para impulsar negocios en las antiguas colonias españolas. Los llamados americanos o indianos hicieron fortuna y regresaron a casa para impulsar una modernización radical de Sitges y levantar mansiones imponentes que hoy conforman un legado único de piedra… y de historia

El éxodo comercial que protagonizaron miles de jóvenes sitgetanos a partir de 1778, cuando el rey Carlos III declaró el libre comercio con Filipinas, Cuba y Puerto Rico, fue uno de los más importantes registrados en Catalunya. En la larga travesía por el Atlántico se llevaron ideas y experiencia en el campo y la viña, que convirtieron allí en prósperas empresas de vino, destilados (el ron alcanzó otro nivel con los sitgetanos Andrés BrugalFacundo Bacardí), tabaco, caña de azúcar y otros productos. Con la pérdida de las tres colonias, muchos volvieron y conformaron la nueva burguesía de Sitges bajo el apodo de ‘americanos’.

 

Fue una vuelta dorada, pues gran parte de estos comerciantes volvieron convertidos en ricos empresarios, pero, eso sí, nada contemplativa. Su inquietud y experiencia la pusieron al servicio de Sitges y el resultado fue la electrificación de la localidad, la llegada del ferrocarril, la creación de la primera red de agua potable y la predisposición más favorable para las nuevas corrientes artísticas. De hecho, esta actitud artística coincidió (y se reforzó claro) con la decisiva llegada de Santiago Rusiñol a la localidad, lo que la convirtió en uno de los epicentros del modernismo primero, y del ‘Noucentisme’ después.

 

Esta lección histórica –y hasta antropológica- de Sitges nos la aporta con sentimiento Rosa Julià, una experta ‘americanista’ y agitadora cultural con denominación de origen que dirige la agencia de visitas guiadas Agisitges. La propia Rosa nos recuerda que a este legado de modernidad aportado por los ‘americanos’, “y que nos ha marcado una forma de hacer y sentir las cosas”, se le une otro patrimonial, de piedras, columnas, balcones, torres y vidrieras: sus mansiones. En total, figuran registradas como tal (y protegidas) 69 casas de los ‘Americanos’,  de estilo modernista las ubicadas en el barrio del ‘ensanche’, y neoclásicas las más cercanas al mar.

 

Muchas de estas mansiones son ahora hoteles con encanto, con alfombras de baldosas hidráulicas y jardines donde desconectar…o conectarse. En todo caso, visitar por fuera, estas casas suponen una delicia de formas y colores. Ya sabéis que nosotros no somos muy partidarios de marcaros rutas concretas, pero un buen punto de partida sería la plaza Eduard Maristany, junto a la estación de tren. Desde allí, entonces sí, podemos perdernos sin prisa por esta zona que late con intensidad a nivel social y comercial  (ofrece fantásticos bares y restaurentes) y que, como os decíamos, está salpicada de magníficas villas de los ‘americanos’ , muchas reconvertidas en hoteles con (mucho) encanto. Las calles principales en este sentido son Francesc Gumà, Illa de Cuba y Sant Bartomeu, todas ellas paralelas, y las vías Artur Carbonell, Sant Isidre, Gaudenci y Jesús, que las cruzan transversalmente. En esta isla urbana, a cada paso, nos advierte Rosa Julià, una mansión. Sólo por poner unos ejemplos: Casa Pere Carreras, Celler Rafael Llopart (antigua bodega que a finales del S-XIX proveía moscatel a la casa real), Casa Antoni Carreres  (Hotel Sitges Royal Rooms, Casa Sebastià Sans (Hotel Sitges 1883), Casa Antoni Robert (Hotel Medium Renaixença), Casa Manuel Planas (Hotel Noucentista) o la impresionante Casa Villa Avelina, que acoge el actual Hotel El Xalet.

 

Si nos vamos acercando al mar, un punto equidistante –y una parada obligatoria-, es la Casa de Bartomeu Carbonell, también conocida como la ‘Casa del Reloj’, de la que destaca su torre. Y ya enfrente del paso marítimo, en el el cruce entre el Passeig de la Ribera y la calle de Sant Pau, merece una parada con brisa la Casa Simó Llaurador, sede del actual Hotel Celimar. Esta mansión, de tejado en forma de oleaje con espuma, es un ejemplo muy paradigmático de la forma de ser de los ‘americanos’ y, por herencia directa, de todos los sitgetanos: amor por el arte, por su propia localidad y por el mar. Y amor, claro –ya nos conocéis-, por compartirlo con vosotros.

 

Foto: Hotel Noucentista (IG: @hotelnoucentista)

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